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sábado, 15 de julio de 2017

A VECES SALEN A LA LUZ


A VECES, SALEN A LA LUZ

Oso detuvo su carrera al borde de la grieta, tratando de controlar su agitada respiración. Miró atrás, al pasillo excavado en la piedra caliza. Ninguna sombra, ningún sonido. Olisqueó el aire, detectando sólo el aroma salado propio de su sudor y el penetrante olor de la piedra, un regusto metálico que picaba sus fosas nasales.
Sonrió, escrutando de nuevo la grieta. Tenía unos tres metros de ancho, pero su profundidad escapaba a todo sondeo. Para los del clan, esa era la frontera del mundo.
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